Imágenes con frases, pensamientos y consejos para ser una familia feliz

La familia es todo: es ese soporte en los malos momentos, un estimulador para vivir mejor en la felicidad, un agente de resguardo frente a una sociedad injusta y así podríamos seguir con la retahíla de bondades de una microsociedad propia de nuestra civilización ¿Hay que cuidarla? Seguramente ¿La debemos dar por descontado? Nunca. Hay que acostumbrarse a apreciar lo bueno no cuando falta, en la carencia o el disgusto, sino cuando está presente, en todo su esplendor. Consideramos importante cavilar sobre este tópico, por eso te presentamos imágenes con frases, pensamientos y consejos para ser una familia feliz. Como siempre, te traemos un material sensacional ¡Imperdible!

Imágenes con pensamientos inspiradores de la familia

La familia lo es todo y la necesitamos. Ese vínculo no se rompe porque supimos enfrentar al mundo con mínimas armas, por lo menos, gracias a aquella. Siempre es bueno pensar sobre semejante realidad, agradecer y si algo no gusta cambiarlo.

La familia tiene siempre que estar unida, esa siempre fue, es y será la ley primera ¿Y si no? Ya saben el final del poema.

La vida puede ser complicada, difícil, llena de frustraciones; pero ahí es cuando surgen los polos motivadores o esos espaldarazos tan indispensables sostenidos por quienes nos quieren.

La familia perfecta no es un en sí sempiterno, algo que es simplemente y nunca dejará de ser eso. Hay rupturas, rencillas, discordias, malos entendidos y, sin embargo, sigue más fuerte que nunca. De eso se trata la vida: crecemos a través del lado negativo; la afirmación pura nunca será dialéctica.

Amor y respeto, aliento y abnegación. Además, podemos sumar muchos más valores. De eso se nutre una familia constantemente. Y eso no quiere decir que no se pasa por malos momentos, pero se sabe que el querer siempre gana a la larga. Nos sostenemos en las tempestades gracias a ese hermoso sentimiento.

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Respeto hacia el otro: con sus gustos, giros, vueltas, locuras, enojos y alegrías. Una familia rica es la que acepta la variedad de sus integrantes y lo guarda así, sin querer cambiar. No existen una igual; todas son particulares. Luchemos por lo mejor, entonces, siempre.

Si pensamos que la mano de Dios se puede ver en algún momento, su si gracia enorme e infinita se filtra por alguna hendija, seguramente una de tantas es la familia ¿Qué haríamos sin los hermanos? ¿Sin los consejos de papá? ¿Si los abrazos de mamá? Somos agradecidos por lo que tenemos y lo que tenemos, muchas veces, es enorme.

Suele decirse que el deseo es carencia y a veces llevamos ese apotegma mucho a la realidad. Sí, nos damos cuenta de lo poseído en la ausencia ¿Pero tiene que ser siempre así? ¿Somos unos eternos renegados y derrochadores afectivos? No, podemos agradecer lo presente, lo que nos cobija: la felicidad se puede asir.

Tal vez sintamos siempre que nos falta algo porque nos han llenado de deseos inútiles, superfluos, que solo quitan la mirada ante lo más importante: el amor y la felicidad por nuestros seres queridos. Si sabemos mejor que nadie que para reír bien es indispensable muchos terceros cercanos. No podemos solos con la alegría; es un regalo demasiado grande para no compartirla.

Una familia poderosa y sana se erige a partir de la mejor de las educaciones. Los padres deben tener la enorme responsabilidad, más allá de otros polos pedagógicos, de saber que crean seres que comandarán el mundo en el futuro. Arcilla maleable en sus manos, al fin, son los hijos.

Los padres deben erigirse en ejemplos vivientes y saber que cada paso en falso, cada codicia, mala acción, es vista por los ojos del niño. Y todo eso bajo el peso de la autoridad que representan los más grandes ¡Atentos siempre a esas cuestiones!

Cuando hay mucho amor lo material puede soslayarse. Sí, se tiene lo más importante porque sabemos que las riquezas no compran la alegría siempre (o casi nunca). Conozcamos lo que son las verdaderas prioridades en esta vida, siempre.

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El ser humano es ese hermoso palimpsesto, escrito por las miles de personas, una y otra vez, que dejan huella en este largo peregrinar. De todos modos, estos garabatos no tienen el mismo peso; ya sabemos quiénes ocupan los primeros lugares: la familia.

Solos somos débiles, finitos, llenos de angustias, dudas, frustraciones. Para eso existe, entonces, la familia: para darte un apoyo cuando tus propias manos ya no bastan. Hay que dejar de lado el orgullo y entender, de una buena vez, que para el que te ama nunca serás una pesa, un fardo. Ayudamos a quienes amamos porque nos sale así.

Apoyar es sinónimo de amar. De hecho, se ama apoyando, ayudando, soportando ese fardo que en la espalda de uno es demasiado. Sabemos que una carga liviana, entre dos, tres, cuatro, no es más que un pequeño pesar.

La perfección en el ser humano, solo o en grupo, no existe. Sin embargo, hay una pequeña excepción que podemos hacer: llegar a esa cima solo es posible a partir de muchos ensayos y errores, frustraciones y auténticos dolores de crisma. Sí, la familia tampoco no escapa a esos procesos.

El ser humano es finito, un venir al mundo sin saber el porqué, aprender, sufrir, amar e irse a no se sabe dónde (salvo los piadosos sin duda). De todos modos, siempre hay un salvoconducto, una ligazón con la eternidad ¿Cuál es? Pasarle la posta, el testimonio a ese pequeño que nos sucede. La familia, por ende, es el eslabón perfecto.

Un niño, como todo ser humano, está hecho de recuerdos. Más o menos gratos, más o menos bellos, feos, hermosos y así. A veces los tergiversamos, los modificamos; pero pocas veces los inventamos. Parte de lo que somos es gracias a nuestra familia.

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Un hogar es una palabra llena de significación. Puede ser un lugar, un sitio, una materialidad determinada; aunque, en el fondo, conocemos la realidad: el hogar es la familia, esté donde esté. Es que aquello se produce donde estén nuestros seres queridos, con los que nos sentimos felices, capaces de todo y sumamente valorados.

El regalo que casi todos tenemos, pero que pocos aprecian. No hay que buscar el gran tesoro en esta vida, porque a veces el brillo de los oropeles nos puede hacer confundir. El oro verdadero siempre está cerca, siempre.

Los antiguos tenían una hermosa figura para cavilar sobre lo sustantivo: los Dioses nunca pueden haber puesto lo importante debajo de la tierra o en lugares recónditos de la tierra (el oro o cualquier metal precioso, por ejemplo). No, de algún modo lo que cuenta en esta vida está cerca, sí, el tesoro es evidente, ostensible, tanto que lo olvidamos. Es la familia.

La perfección en el ser humano solo puede ser una serie de errores pulidos. Esa verdad elemental es válida tanto en el individuo como en la familia.

Cada momento hermoso debemos encapsularlo y disfrutarlo al máximo, saborearlo como hacemos con los platillos más deliciosos. Luego, con el tiempo, lo sacamos, con una sonrisa, en el pleno recuerdo. Nunca será lo mismo que se presente perdido, pero no quita que se vivió. La familia, en ese sentido, nos deja pletórico de rememoraciones.

Agradecer al destino, el azar, Dios, el Olimpo, la contingencia de tener lo que tenemos con nuestra familia. Esta es todo.

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